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miércoles, 3 de febrero de 2021

Declaración de la Alianza Internacional de Migrantes En la conmemoración del Día Internacional del Migrante 2020

 Declaración de la Alianza Internacional de Migrantes

En la conmemoración del Día Internacional del Migrante 2020

 

Luchar por nuestros derechos, la dignidad y el bienestar de todas y todos. 

Construir un nuevo orden mundial sobre los cimientos de la justicia y la solidaridad.

 

En conmemoración del Día Internacional del Migrante, la Alianza Internacional de Migrantes (IMA) hace un llamamiento a todos las y los migrantes, refugiados y refugiadas y sus familias para que se unan y luchen por nuestros derechos, la dignidad y el bienestar de todas y todos. La todavía incontrolada pandemia de coronavirus sigue cobrando factura en términos de vidas perdidas y ausencia de medios de subsistencia en todo el mundo, agravando los estragos infligidos a la población por el saqueo imperialista, la explotación y la guerra. A medida que el mundo está encerrado, los trabajadores y estudiantes migrantes, los migrantes en tránsito y en los campamentos, los refugiados y otras personas desplazadas han quedado atrapados en situaciones aún más vulnerables.

Debido a la precariedad de nuestra situación legal y ocupaciones, corremos un mayor riesgo de contraer y transmitir el coronavirus. Lo hemos visto en los brotes de COVID-19 en dormitorios de Singapur, Maldivas y el Golfo, mataderos y plantas de envasado de carne en los Estados Unidos y Alemania, granjas canadienses, centros de detención en Malasia y campamentos para personas desplazadas en Grecia y Bangladesh y de migrantes en Mesoamérica y Suramérica.

A pesar de esto, a menudo somos los últimos en la fila para recibir atención médica o servicios de salud, si tenemos acceso a los centros de salud, cuando sencillamente eso no ocurre en lo absoluto. Mientras se nos niega nuestro derecho humano fundamental a la salud, los actos racistas y xenófobos contra nosotros siguen aumentando, a medida que los migrantes son chivos expiatorios, acusados como portadores del virus o como usuarios libres de pago en los servicios públicos que se han debilitado por décadas de recortes neoliberales y privatizaciones.

Si bien somos los últimos en la línea de atención médica, somos los primeros en la línea de empleo. Las estrictas medidas de encierro aplicadas por muchos gobiernos han tenido un mayor impacto en los sectores que dependen más de la mano de obra migrante, como el transporte -tanto terrestre como marítimo-, el turismo, la gastronomía, hotelería, el servicio doméstico, el comercio minorista, la construcción y la agricultura. Muchos titulares de visas temporales, como los estudiantes, también han perdido sus medios de apoyo financiero. Pero los bloqueos y cierres fronterizos han dejado a miles de personas varadas, incapaces de mantenerse donde están y no pueden volver a casa. Sin embargo, también se les niega la asistencia del gobierno debido a su condición migratoria. Como resultado, muchos de nosotros hemos caído en la miseria, nos hemos visto obligados a descansar en la caridad para nuestras atender necesidades básicas o a aceptar condiciones laborales aún más explotadoras sólo para sobrevivir.

Pero el abuso y la explotación experimentados por las y los migrantes y los refugiados no son simplemente el resultado de la pandemia COVID-19. De hecho, la actual crisis sanitaria y económica provocada por el coronavirus está demostrando una vez más cómo el trabajo migratorio es una forma de trabajo flexible que se ha convertido en una herramienta vital del capital monopólico para sostener la tasa de ganancias, así como para gestionar las crisis capitalistas, especialmente en la era del neoliberalismo. Durante las expansiones económicas, la contratación de mano de obra migrante ayuda a contrarrestar la tendencia a que los salarios aumenten a medida que se estrechan las brechas en el mercado de trabajo en determinadas industrias, sectores o en la economía en su conjunto. Durante las recesiones, como la actual desencadenada por COVID-19, los trabajadores migrantes pueden ser aún más útiles para el capital, sobre todo los trabajadores indocumentados. Ellos pueden ser fácilmente despedidos, deportados o retenidos, pero bajo condiciones altamente explotadoras y abusivas. Una vez más, los capitalistas ahorran en tener que pagar indemnizaciones por despidos, seguros de desempleo, etc. 

Mientras tanto, los países exportadores de mano de obra, saqueados durante mucho tiempo y subdesarrollados por el imperialismo, se ven enfrentados a un mayor desempleo y menores remesas, menores ingresos y endeudamiento más profundo. Los migrantes repatriados se unen a las filas engrosadas de los desempleados, mientras que los que logran encontrar nuevos empleos en el extranjero son objetivo de tarifas    consulares obligatorias para llenar las arcas disminuidas de sus gobiernos.

Pero los migrantes también demuestran los lazos inquebrantables entre los pueblos del mundo. Los migrantes están en la primera línea de atención a enfermos y moribundos. En los países capitalistas avanzados, uno de cada cinco trabajadores sanitarios es un migrante. Mientras la población mundial busca refugio en sus hogares, los trabajadores migrantes siguen trabajando en los campos, entregando alimentos y bienes esenciales, cuidando a los niños, limpiando las casas y manteniendo la infraestructura que nos ha mantenido con vida. Sus remesas siguen manteniendo el consumo interno en los países exportadores de mano de obra, manteniendo a flote a los hogares y a la economía. 

La pandemia COVID-19 es un recordatorio inquietante de que necesitamos un nuevo sistema social y económico en el que se emplee mano de obra para garantizar las necesidades de todos y todas, mejore continuamente el bienestar de las personas y cuide el medio ambiente en lugar de simplemente enriquecer a unos pocos. Nos recuerda que los que se benefician del sistema existente, la élite capitalista monopólica y los gobiernos que les sirven, son los principales obstáculos a nuestra visión de un nuevo orden mundial.

En lugar de priorizar las medidas de salud pública y el bienestar social, muchos gobiernos han adoptado una respuesta militarizada a la pandemia, incluso utilizando la pandemia como pretexto para suprimir la disidencia y restringir las libertades públicas. Están hostigando e intimidando a los defensores de derechos humanos, censurando a los periodistas y medios de comunicación, usando fuerza excesiva y encarcelando a comerciantes ambulantes e informales y manifestantes sin juicio, promulgando leyes antiinmigrantes y contra sus críticos y aumentando el gasto en aparatos militares y de seguridad del Estado. Algunos están desplegando seguridad del Estado o fuerzas paramilitares para llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales. 

Al mismo tiempo, los capitalistas monopólicos están utilizando la crisis COVID como una oportunidad para obtener más subsidios (rescates corporativos) del erario público y adoptar nuevos medios para extraer más ganancias extraordinarias de la explotación y opresión de los trabajadores. Estos incluyen el uso de nuevas tecnologías como la robótica avanzada, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y las plataformas digitales para monitorear y controlar cómo trabajamos, cómo compramos, cómo nos movemos, cómo socializamos y cómo pensamos. Esta es su idea de "construir un mundomejor".

La Alianza Internacional de Migrantes hace un llamamiento a todos las y los migrantes y refugiados, en los países de acogida y en los países de origen, para que defiendan nuestra dignidad y hagan valer nuestros derechos en medio de la pandemia mundial y sus secuelas. Debemos fortalecer nuestra unidad y determinación para poner fin a la discriminación y la violencia contra las y los migrantes; poner fin a la criminalización y la brutal represión contra las personas migrantes; detener las redadas y deportaciones, especialmente las dirigidas contra trabajadoras y trabajadores migrantes involucrados en actividades sindicales o políticas; exijamos la repatriación segura de los migrantes varados en tierra y en el mar, lo mismo que la regularización inmediata y sin condiciones de las personas migrantes indocumentadas.  

Debemos sensibilizar a los migrantes y a las personas sobre las raíces de la migración forzada, la explotación, la discriminación y la guerra: el sistema del capital monopólico y la acción del propio imperialismo. Debemos seguir organizando nuestras filas y construyendo nuestro movimiento. Debemos fortalecer la solidaridad con las organizaciones sociales, los sindicatos y los movimientos de los pueblos, que también se enfrentan a las numerosas maquinaciones de los imperialistas.  

Es a través de nuestras luchas continuas que construimos nuestra fuerza colectiva para que podamos en última instancia demoler el sistema capitalista monopólico internacional y construir un nuevo orden mundial sobre los cimientos de la justicia y la solidaridad.

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